Un matrimonio feliz es la unión de dos buenos perdonadores.
Siento algo especial por él
Cuando era niña, no pensaba en casarme, ya que nunca había tenido a alguien especial a quien amara tanto. Pero cuando conocí a Eduardo, no solo empecé a pensar en la idea del matrimonio, sino que empecé a conocer muchas partes de mí misma qué no conocía, me alentó a crecer, a amarme más y apoyarme en los momentos más dificiles, sin duda, el amor verdadero llega cuando menos te lo esperas.
Siento algo especial por ella
Karen es mi complemento, desde que llegó a mi vida, le dio sentido a todo aquello que no lo tenía para mí, comprendí que el amor no solo es compañia, si no también crecimiento, alegría y apoyo en cada momento vivido, hasta en los más dificiles. Es mi lugar seguro y espero serlo para ella por lo que me resta de vida, soy afortunado de caminar a su lado y de seguir construyendo todos nuestros sueños
Solo hay una felicidad en esta vida, amar y ser amado.
Nos conocimos de la manera más inesperada: en medio del caos de los ejercicios que nos ponían en clase, cuando ya nadie sabía ni por dónde empezar. Un amigo en común, viendo que ambos estábamos igual de perdidos, decidió presentarnos con la esperanza de que, juntos, al menos pudiéramos descifrar algo y terminar el proyecto final. La misión era clara: salvar el semestre, aunque fuera a último minuto.
Nunca imaginamos que, en medio de la presión y el cansancio, encontrariamos a alguien con quien todo fuera más llevadero. Al final, no solo logramos terminar el proyecto y salvar el semestre, sino que también descubrimos que a veces las mejores historias empiezan justo cuando menos lo planeas, entre apuntes, risas y un poco de desesperación compartida.
Después de un año entero compartiendo clases con el mismo profesor (sí, ese que nos sacaba canas verdes) y haciendo equipo para sobrevivir a los siguientes semestres, algo empezó a cambiar entre nosotros. Más allá de la amistad y el clásico “odio compartido” hacia el profe, poco a poco surgieron sentimientos que ya no podíamos ignorar.
Antes de entrar a la universidad, decidimos que era momento de ver qué pasaba si nos dábamos la oportunidad de salir juntos y conocernos fuera de los salones y los trabajos en equipo. Así empezaron nuestras primeras salidas, llenas de nervios, risas y esa emoción de descubrirnos de otra manera.
Al final del año, después de tantas anécdotas, mensajes y momentos compartidos, tomamos la decisión de formalizar nuestro noviazgo. Y así, casi sin darnos cuenta, comenzó nuestra historia de amor: una que nació entre tareas, desvelos y complicidad, y que hasta hoy seguimos escribiendo juntos.
Durante los siguientes años, la vida se encargó de ponernos a prueba y también de regalarnos momentos increíbles. Hubo de todo: conciertos donde terminamos cantando a todo pulmón, viajes improvisados que se volvieron recuerdos inolvidables, bodas de amigos donde bailamos hasta que nos dolieron los pies, y reuniones familiares en las que poco a poco nos fuimos volviendo parte de la vida del otro.
No todo fue perfecto, claro. También enfrentamos situaciones difíciles, esas que llegan sin avisar y te sacuden por completo. Pero, entre risas, desafortunados malentendidos y otras situaciones, fuimos aprendiendo a apoyarnos y a crecer juntos. Cada experiencia, buena o mala, nos fue definiendo como pareja y nos enseñó que, mientras estemos juntos, podemos con lo que sea.
Así, entre aventuras, retos y mucho cariño, seguimos sumando capítulos a nuestra historia, una que se ha ido construyendo con cada pequeño gran momento compartido.
Durante el transcurso de los años, Karen fue dejando caer, casi como quien no quiere la cosa, pequeños detalles de cómo le gustaría que fuera el momento en que le propusiera matrimonio. Entre bromas y pláticas, siempre salía el tema de tener un karaoke, de esos donde todos terminan cantando sus canciones favoritas y riendo a carcajadas.
Después de meses escuchando sus indirectas (y algunas no tan indirectas), por fin se dio la oportunidad perfecta: una convivencia con nuestros amigos, de esas noches que empiezan tranquilas y terminan siendo inolvidables. Entre canciones, risas y la mejor compañía, el ambiente se volvió mágico. Y fue ahí, rodeados de las personas que más queremos y con el karaoke de fondo, que le pedí que fuera mi esposa.
Esa noche, entre aplausos, abrazos y mucha emoción, Karen dijo que sí, y así, una simple reunión se transformó en el inicio de una nueva etapa en nuestra historia juntos.